Cuaderna 4
En el museo «El Dique», situado en el Astillero de Puerto Real, se encuentra un conjunto arquitectónico poco común dentro de una factoría naval. Este conjunto se trata del llamado “Recinto de la trasatlántica” formado por una capilla, la antigua escuela de aprendices, el edificio que albergaba el botiquín del astillero de Matagorda y una estatua del fundador del Astillero de Matagorda Antonio López López.

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La idea de crear este conjunto surge en 1884, un año después de la muerte del primer Marqués de Comillas, por parte de su hijo y heredero del Astillero Claudio López Bru. La idea del segundo Marqués de Comillas fue materializada por dos delegados de la compañía, que recaudaron la cantidad necesaria para construir este conjunto valorado en unas 106.468,12 pesetas, recaudadas entre los empleados de la Compañía Trasatlántica. El encargado de diseñar este proyecto fue el arquitecto murciano Adolfo García Cabezas, que trabajaba en el Astillero de Matagorda. Este era un reputado arquitecto tanto dentro de la compañía para la que trabajaba como para la ciudad de Cádiz, ya que obra suya es el pabellón para la exposición marítima internacional que se celebró en la ciudad en 1887. Este evento fue muy significativo para la vida social y económica de la época ya que salió reflejado en la prensa internacional y situó a Cádiz como una de las ciudades punteras en lo que ha cultura y progreso se refería dentro de España.

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El diseño de Adolfo García Cabezas fue usado también para la exposición Universal de Barcelona de 1888. Sin embargo, para su emplazamiento en esta se le encargó a Antonio Gaudí, reputado arquitecto en la ciudad, que acometiese cambios en el diseño. Inspirándose en el arte nazarí, modificó tantos elementos que resultó finalmente en que la autoría del pabellón barcelonés fuese otorgada a Gaudí.
Entre otros logros de Adolfo García Cabezas destaca su papel como consejero en la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Cádiz, impulsando así a través de esta entidad que la universidad de Cádiz pudiese contar con estudios superiores de Ingeniería Industrial. Definitivamente, en 1903 el Ministro de Instrucción Pública aprobó la petición del Ayuntamiento y la Diputación provincial de declarar Superior la Escuela de Artes e Industrias de Cádiz.
Ejemplo de esto son también las noticias de la época, como la del Diario de Cádiz que en 1888 anunciaba que el arquitecto daba una conferencia en la ciudad en la que cuestionaba la distribución y el estado de las viviendas gaditanas, además de participar activamente en la vida cultural de la ciudad. No es de extrañar que el 22 de abril de 1921 recibiese un almuerzo en el Teatro del Parque Genovés en homenaje a su obra, cuyas fotografías se encuentran en el archivo histórico del Museo «El Dique».

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Dentro de su actividad en la Compañía Trasatlántica destaca el diseño en la decoración de la construcción número 1 del Astillero de Matagorda, el Joaquín del Piélago habilitado todo el interior con motivos árabes: salones, pasillos, escaleras, camarotes etc. Fueron decorados con mosaicos, arabescos, arcos, columnas, y alfombras que daban a la embarcación una imagen de perfección y buen gusto en los acabados, alabados internacionalmente. También participó en el diseño de otros acabados como el del crucero Carlos V.
Volviendo al conjunto de la trasatlántica situado dentro del Astillero de Matagorda y construido en 1885 presenta una capilla de estilo ecléctico neorrománico, con planta de cruz griega con una superficie de 119 metros cuadrados. Esta hecha a base de piedra cretácea de las canteras de Monóvar con una cubierta con una bóveda encamonada de hierro dulce azulejos y ladrillos delgados en la cúpula, y madera de pino en el encerchado y en la bóveda, que está pintada en su cara interna simulando artesanía de taracea.
Al adaptarse al límite de altura de los 4,5 metros que imponía el Ramo de Fortificaciones de la época, debido a su situación dentro de un lugar estratégico, la cúpula se realiza en materiales ligeros, en este caso madera, que garantizaba que pudiese ser desmontada si fuese necesario.

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Se resuelve así, como uno de los pocos ejemplos dentro de la provincia de arquitectura historicista propia del siglo XIX. Se entremezcla el gusto por el arte “indiano”, con elementos del arte románico, pero incluyendo elementos del arte cristiano oriental fácilmente detectables en su planta de cruz griega o en su cúpula de madera.
Todo este forma parte de la idea con la Adolfo García Cabezas concibió el proyecto que debía ser a su vez “majestuoso” como útil, de ahí la instalación de edificios como la escuela y el botiquín, que prestaban un servicio a los empleados del astillero. A su vez, además de la capilla se instala una zona ajardinada y una estatua del Marqués de Comillas a tamaño natural, fundida en bronce.
La capilla de Matagorda prestó servició al Astillero durante 90 años, celebrándose en ella eventos como bautizos o comuniones que tenían como protagonistas a los niños de la barriada de Matagorda. Tras el cierre del Astillero de Matagorda se ha convertido en un símbolo del museo «El Dique», siendo parte del recorrido de la visita.

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